Cultura Transversal

En el cumpleaños de Louis Ferdinand Céline: una fiebre obsidional.

Posted in Autores, Historia, Literatura, Louis Ferdinand Céline, Manuel Fernández Espinosa by paginatransversal on 3 junio, 2015

LOUIS FERDINAND CELINE

por Manuel Fernández Espinosa – Louis Ferdinand Auguste Destouches, más conocido como Louis Ferdinand Céline, nació tal día como hoy, 27 de mayo del año 1894, en Courbevoie. La sangre bretona que corría por sus venas tuvo que darle ese toque melancólico, tan céltico, que a veces asoma en su obra. En su «Carnet del coracero Destouches» que, hasta cierto punto, constituye un cuaderno introspectivo, llega a preguntarse: «¿Soy poético? No. No lo creo; sólo un fondo de tristeza yace en el fondo de mí mismo, y si no tengo el valor de ahuyentarlo con una ocupación cualquiera adquiere en seguida grandes proporciones».

Toda su obra es un testimonio vital de alguien que nunca se vio a sí mismo como un héroe, sino como un superviviente. El «Viaje al fin de la noche» (su novela más famosa) nos pinta sus peripecias a través de las de su alter ego, el protagonista del «Viaje…», Ferdinand Bardamu. Novela de aprendizaje, con un fuerte carácter picaresco, Céline lanzó con ella al mundo su grito de rebelión. Una rebelión con causa, la del individuo inteligente que no puede evitar ahorrarse la entrada en la dinámica de la sociedad hipócrita que lo absorbe, pero que resiste y que descubre que los valores chapados de hojalata, por mucho que brillen, no corresponden a nada auténtico. (more…)

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Samples corazonescos 9. Celiniana

Posted in Autores, Censura y Libertad, Fernando Márquez "El Zurdo", Literatura, Louis Ferdinand Céline by paginatransversal on 10 febrero, 2011

por Fernando Márquez «El Zurdo»

[la última publicación de la saga corazonesca fue el cuadernillo titulado EL CORAZON DE LA REVUELTA: POR UNA PEDAGOGIA DE LA INSURRECCION, que se regalaba con el nº 18/19, donde recogí textos aparecidos paralelamente a ECDB en otras revistas y boletines, mayormente PROXIMO MILENIO; creo que esa antología incluye los mejores textos de reflexión zurdesca de la época y fue un oportuno corolario a una aventura con bastantes altibajos en el terreno, quizás no de la opinión, pero sí de la elección de las gentes que pudiesen encarnar esas expectativas; ahora que ando releyendo al amigo Destouches, me ha parecido oportuno como muestra del cuadernillo este texto, aparecido originalmente en PROXIMO MILENIO]

CELINIANA

Céline, la basura. Pacifista usurófobo, como Pound (pero sin un Ginsberg que lo redimiese -ni un Eliot que lo avalase-). El frenético. El angustiado. El Dennis Hopper que aúlla compulsivo junto a Kurtz en «Apocalypse now». El taxista Céline que Scorsese y Schrader vistieron con el insomnio lacónico de Travis. Céline, en cambio, no es lacónico: no se calla nada. Vomita sus múltiples tormentos y sus breves instantes de placer (placer de ver a dos mujeres devorarse con pasión, placer de ayudar a un pequeño que morirá pronto, placer de la escritura, placer del panfleto, placer de los muy contados reconocimientos, placer de asistir al comienzo de una expectativa que acabará por defraudar, placer del gato con nombre de niño ya muerto, placer de Lucette, placer de incomodar a las buenas gentes con su mera mención, placeres inefables -pero sí narrables en cascada de exabruptos, de puntos suspensivos para recobrar el aliento, de nuevas blasfemias contra el dios establecido por la Era Ford-, placeres únicos de la mierda bípeda a quien nadie amparará…).

Céline, vindicado. Pero con prudencia. Aún no hay cursillo en El Escorial para él. Aún ninguna editorial ha publicado en castellano sus panfletos, pese a estar tales textos, en su rabia justísima (rabia fibrosa de perro malnutrido), más cerca de lo semita árabe (incluso de lo semita judío -pienso en el Chomski prologuista de Faurisson o en los historiadores respondones como David Cole-) que de los botiguers bávaros de estómago boteriano: porque Céline no es un europeísta con veleidades plutocráticas (llámense éstas Krupp o Thyssen o CEE o Maastricht o Eurodisney), porque Céline es, como yo y como los demás habitantes del corazón del bosque, un indígena europeo, un papúa gótico inasequible a la transculturación y a los Bilderberger. Nada más opuesto a la demagogia hitleriana para tenderos con ínfulas de Sigfrido que el aullido celiniano, pacifista y antijudío de clase (compartía con Ghandi ambos rasgos -mirad por dónde, alevines pannellianos amigos de repartir envenenadas limosnas neoliberales y sionistas-). Aún los guripas del pensamiento lo tienen fácil con Céline (ya que no -cada vez menos- con Heidegger, Schmitt o Jünger).

Céline, humano, demasiado humano. Céline, pura llaga que anda, que nos ayuda a andar. En los momentos de mayor depresión, cuando Jünger se nos antoja demasiado frío en su distancia sobrehumana (y lo llegamos a maldecir -desde la ceguera que da la distancia-), cuando somos tratados por el Sistema como apestados, cuando nuestro dolor todavía no se ha curtido, cuando todavía nuestro espíritu no se ha metamorfoseado de reptante y maltrecha oruga en egregia y segura mariposa de acero, cuando el eastwoodiano hombre sin nombre que todos llevamos dentro todavía no cicatrizó sus heridas, cuando así van las cosas resulta terapéutico releer «Muerte a crédito» o «De un castillo a otro» o «Viaje al fin de la noche». Así la fiebre baja y las sirenas nihilistas cogen laringitis por un rato.

Con el tiempo, algunos superamos el bajón y, ya curtidos, asumimos la bendita distancia del anarca, del emboscado. Pero no olvidamos la angustia (tan cercana, ya para siempre) y no escupimos sobre los angustiados (de ahí que -como Travis, como el chacal loco Dennis Hopper, como las siluetas munchianas que deambulan por las calles gritando a solas entre la multitud contra el Gobierno, como el asesino de John Lennon, como los humillados y ofendidos sin nombre de Gaza o Argelia o Chechenia o los Balcanes, como…- Céline vele en mi cabecera junto a las diosas con sombra de pantera y los superhombres con sonrisa lupina).

Acabaré, porque en ella se resume todo el sentido de este artículo, con la cita celiniana con que ilustré el lp «1984» (sí, el que contenía «La cólera» -canción cuyo texto, de seguro, habría encantado al doctor Destouches-): «Todo lo que se leía, tragaba, chupaba, admiraba, proclamaba, refutaba, defendía, todo eso no eran sino fantasmas odiosos, falsificaciones y mascaradas. Hasta los traidores eran falsos».

Extraído de: Piel de Lobo

Louis Ferdinand Céline, una vez más, de nuevo

Posted in Autores, Censura y Libertad, Literatura, Louis Ferdinand Céline by paginatransversal on 10 febrero, 2011

por Juan Ángel Juristo (*)

Céline es un escritor tan incómodo que de vez en cuando su nombre retumba en los salones del escándalo mediático. Pasó el calvario de su llegada a Francia desde el exilio y su lenta rehabilitación en una operación mu inteligente de Gallimard, eran otros tipos, luego nos desayunamos con la polémica tonta con los Diarios de Ernst Jünger en que el escritor aparece bajo la descripción de los rasgos morales un tanto bajos de Merline, más tarde, surge la eterna cuestión de volver a publicar sus libelos antisemitas y la bomba Céline estalla de nuevo… Un recurso que no falla cuando no hay nada más que vender.

Aquellas polémicas, sin embargo, mantenían un transfondo real, doloroso, acuciante.

La última no posee nada de ello. Es, sencillamente, censura blanda en una sociedad a la que, parece, le han trepanado la memoria. Parece ser que el escritor estaba incluido en una lista de conmemoraciones culturales para este año organizada por el Ministerio de Cultura Francés ya que se cumplía el cincuentenario de su muerte.

Todo iba sobre aceitadas ruedas administrativas hasta que un tal Serge Klansfeld, que es Presidente de la Asociación de hijos de deportados judíos en Francia, y cuyo hijo salió un tiempo con Carla Bruni, debo esta información a Juan Pedro Quiñonero y su blog, Una temporada en el Infierno, ha presionado protestando sobre el evento, a lo que el Ministro, Fredéric Mitterrand, reaccionó tachando al único escritor que se puede medir con Proust en el pasado siglo en Francia de su lista de conmemoraciones republicanas, cosa que hubiera hecho partir de la risa y del sarcasmo al escritor.

El Ministro, que fue objeto de un acoso mediático por parte del Partido Socialista Francés bastante mediocre donde se le implicaba en abuso de menores hace unos meses, defendió gallardamente a Roman Polansky cuando se le encarceló en Suiza. En aquel entonces Bernard Henri Lévy escribió un artículo muy bello defendiendo al cineasta;ahora,con Céline, ha hecho lo mismo, al igual que Phillippe Sollers. No ha habido muchos casos más que sean sonados.

¿Es necesario comentar algo? Todos los días nos levantamos con informaciones similares donde ha primado el miedo sobre ciertos valores. No sé que pensará en la intimidad Fredéric Mitterrand, le supongo menos pacato de lo que ha demostrado porque sé que no lo es, pero en realidad todo esto da igual. Lo terrible es ese «por si acaso», ese adelantarse a las consecuencias posibles y actuar como siempre se actúa en estos casos.

Los que han atisbado y sufrido las medias tintas, la ambigüedad moral inherente a las dictaduras, se muestran muy sensibles a la cosa. Saben de qué hablan.

(*) Juan Ángel Juristo es crítico literario y escritor.

Extraído de: «Juan Ángel Juristo»

La locura de Céline

Posted in Autores, Censura y Libertad, José Luis Ontiveros, Literatura, Louis Ferdinand Céline by paginatransversal on 10 febrero, 2011

Por José Luis Ontiveros

¡Nadie puede tolerarlo más!…¡es Usted lo peor del mundo!…¡No le ha bastado con destruir el estilo literario de los salones!…¡Ese que nos permitía entregar premios y hacer reconocimientos!…¿Por qué ha huido del nido de amor que le ofrecían en Dinamarca!…¡Ya había deshonrado todas las banderas!…¡Ni en el anarquismo tiene ya cabida!… ¡Canalla Céline puede irse a bailar polka con los esquimales!…¿Acaso es Usted un escritor o un malviviente? Considerando todo lo cuidadoso que son los escritores para consumar infamias. ¡Qué acaba Usted de hacer! ¡Explíquese!

En realidad soy un proscrito. He sido marcado en todas las listas, los comunistas me pusieron en lugar privilegiado pero regresé de la URSS y no pude más que escribir Mea Culpa y ello me trajo su condena, fui juzgado y fichado, no importa que Trotsky se muriera por mi estilo, los pioletazos terminan con alterar el sentido crítico. Resulta muy reconfortante que Trotsky que fue un asesino con mayúscula, ahora sea agasajado como filántropo, las ruindades del Ejército Rojo, dónde quedaron, ¿y sus meticulosas masacres? ¡Y esa forma de aniquilar a los Romanoff! Todo ello es basura. Y el único criminal soy yo, está bien, ¡lo admito! Y hasta puedo cantar. Mas los fascistas creyeron que iba andar a paso romano y con la Giovinneza, es más pensaron que pronto haría una lírica para Horst Wessel, que mi arte enloquecido iba a rendir cuentas… que ya me iba a portar bien… Y nada… Volví a las andadas…Me zafé de swásticas y critiqué al propio Führer, eso lo hice de gratis, nadie me lo pidió…¡no lo hice comprado por los masones ni por los católicos…En pleno juicio, un poco de fiebre y mire Usted las páginas de Rigodón.

Hay que tener cuidado

Pare ya, ¡deténgase!… provoca en todos nosotros asco moral y estamos en mayoría, nadie lo apoya, se le ve con desconfianza, es usted un facho de closet. Fascista y más que fascista un verdadero monstruo. Vamos a revisar todo lo que ha escrito y lo que imaginó también ¡todo! No podrá escapar de sí mismo. Céline se alzó de pronto, no tenía ganas de escapar, recogió con cuidado su pluma Sheaffer e hizo una mueca al respetable. Sí un gesto obsceno e hiriente. Parecía hablar para sí mismo. Idiotas y pequeñas bestiezuelas. Nada podrán contra mi obra inmortal. Sobrevivirá a Notre Dame y al Arco, a las reliquias de Juana, a las tristezas de las hojas muertas. Céline siguió hablando, disparates y maldiciones. De seguir así morirá en nuestro manicomio dijo el loco mayor. Y los demás locos con sus sombreros de Napoleón y sus gorros frigios, babeantes y alegres, ensimismados en su triunfo, literatos consumados y moralistas con un trompetillero, cantaron de pronto La Marsellesa. Era una cacería extraordinaria, al fin se habían hecho de un canalla en plenitud, tan sólo habían capturado viejitos que se perdían de sus casas, al fin, sus locuras habían alcanzado la pompa y nada mejor que haber logrado aprehender a Céline. Vamos a jugar al trenecito dijo uno de los locos más cuerdo y se escuchó el ruido de la máquina con fú fú fú y un puro a manera de penacho humeante. En realidad, Céline había escapado a los controles de la policía del pensamiento y se había sumado a los locos, Pound había sido metido en el manicomio y se veía difícil que lo soltaran al fin lo hicieron, lo tuvieron con su camisa de fuerza y con reflectores para que no pudiese dormir. Céline había adelantado la parodia y así logró escapar del manicomio democrático que es el mayor centro de reclusión mundial de locos pasteurizados. Mas no hay que olvidar la lección: hay que tener cuidado al hablar en público.

Extraído de: Tribuna de Europa

Censurado en Francia el 50º aniversario de la muerte de Céline

Posted in Autores, Censura y Libertad, Juan Pablo Vitali, Literatura, Louis Ferdinand Céline by paginatransversal on 10 febrero, 2011

por Juan Pablo Vitali

En uno de los más importantes diarios de Buenos Aires, podía leerse hace unos días en una de sus páginas culturales: “Francia retira al escritor Louis Ferdinand Céline de la sección de celebraciones nacionales”, “Se canceló el homenaje que se iba a hacer al novelista con motivo del 50 aniversario de su muerte”.

Cabe recordar que el ministro de cultura francés lleva el célebre apellido progresista Miterrand. La decisión política es previsible y ya nada nos debe resultar sorprendente. Pero ¿qué se condena aquí, la obra o el autor? Si la obra mereció ser incluida entre las “celebraciones nacionales”, será que algún mérito tiene para ello. ¿Cuál es el motivo entonces para retirarla después de haber sido elegida? Si es un castigo post mortem a Céline, a este poco le importará, sea cual fuere el lugar donde se encuentre. Si por el contrario el castigo es a la obra, es ridículo castigar aquello que hasta ayer queríamos celebrar.

Decididamente no entiendo al progresismo. Me parece que el castigo es en realidad a los lectores y a la cultura, que cada vez que la arbitrariedad lo decide, pierde a uno de los suyos.

No se dice qué parte de la obra de Céline merece castigo. Tampoco si como obra en sí, ha dejado de pronto de tener la altura suficiente para estar entre las “celebraciones nacionales” de la cultura francesa. Nada de eso se aclara.

Al parecer fueron ciertas opiniones de Céline que alguno se apuró a recordar, las que fueron tomadas en cuenta para inhabilitar toda su obra, contradiciendo lo anteriormente considerado. Si Céline se ha equivocado (cualquiera tiene el derecho de pensar así), ¿qué puede aportar a la cultura castigar lo mejor de Céline que es su obra? ¿No es Francia la campeona de las libertades? En todo caso: ¿puede el arte dejar de serlo, por las opiniones equivocadas de un autor? ¿Tiene entonces el arte que llenar algunos requisitos ideológicos para ser considerado como tal? Esta última y estrecha opinión parece prevalecer, ya que pesan más las opiniones de Céline que los cien millones de muertos que nos dejó el comunismo (nada más que en la URSS), porque ser o haber sido comunista (la mayoría de ellos ya se ha reciclado) ha sido y es la mejor carta de presentación y de “éxito” en los ambientes culturales.

En fin, así es el totalitarismo. Por mi parte seguiré leyendo a Céline y si son buenos, también autores comunistas. Sus obras no me llevarán al error ideológico, que en todo caso sería responsabilidad mía. Prefiero asumir la propia libertad de análisis y de pensamiento, a dejar de reconocer el genio artístico de alguien.

Extraído de:  «El Manifiesto»

Reedición de «Semmelweis» de Louis-Ferdinand Céline

Posted in Autores, Historia, Literatura, Louis Ferdinand Céline by paginatransversal on 28 julio, 2010

Semmelweis de Louis Ferdinand Céline

Título: Semmelweis
Autor: Louis-Ferdinand Céline
Editorial: Marbot
Traducción: Ramón Vilà Vernis
Colección: Tierra de nadie
ISBN: 9788493641177
Páginas: 128

«Todo lo que hacemos aquí me parece absolutamente inútil, las bajas se suceden como si nada. Sin embargo, seguimos operando sin querer saber en serio por qué tal enfermo muere y el otro no en situaciones idénticas».

Semmelweiss, un joven estudiante de derecho nacido en Budapest, acude a Viena en 1837 para terminar sus estudios. Pero al llegar a la capital del imperio, movido por la curiosidad, sigue un curso en el hospital de la ciudad, luego asiste a una autopsia y acaba descubriendo su vocación verdadera. Al cabo de poco tiempo, el joven médico empieza a ejercer en prácticas en uno de los pabellones del hospital de maternidad de la capital austriaca. Allí descubre con horror que entrar en aquel lugar supone una condena a muerte para la mayoría de parturientas. Perseguido por la idea de que sus colegas son, sin saberlo, verdugos, empieza a investigar y pronto ofrece un método para reducir las calamitosas cifras de mujeres muertas. Pero contra lo que cabría esperar, este descubrimiento choca en un primer momento con la indiferencia de sus colegas y luego con un odio creciente que lo llevará a la marginación profesional y a una profunda crisis personal. Sólo años después de su muerte se le reconocerá como el padre de la antisepsia moderna.

Con el relato de la trágica historia de Semmelweiss el escritor francés no sólo denuncia a la comunidad científica del siglo XIX, sino en general la estupidez y la mezquindad humanas: «Supongamos» escribe Céline en su Prefacio, «que hoy aparece otro inocente que se pone a curar el cáncer. ¡El pobre no puede sospechar el tipo de música que le harían bailar en seguida! ¡Sería fenomenal! ¡Ah, qué redoble su prudencia! ¡Ah, más vale que esté prevenido! ¡Qué se ande con muchísimo cuidado! ¡Ah, más le hubiera valido alistarse de inmediato en la Legión Extranjera! Todo se expía, tanto el bien como el mal se pagan, tarde o temprano. Naturalmente, el bien es mucho más caro ».

Es posible que Céline quisiera ver en Semmelweiss a una figura tan lúcida, marginal, incómoda y denostada como él mismo. (El Boomeran)

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Céline, profeta de la decadencia.

Posted in Autores, Giselle Dexter, Literatura, Louis Ferdinand Céline, Roberto Bardini by paginatransversal on 1 julio, 2009

Giselle Dexter y Roberto Bardini

«Rencorosos, dóciles, violados, robados, con las tripas fuera y siempre jodidos (…) Hemos nacidos fieles y así morimos». El autor de esta frase es un médico, físico y viajero francés a quien nadie conoce por su verdadero apellido: Destouches. En cambio, los ambientes literarios y culturales de todo el mundo reconocen su talento magistral como escritor bajo el nombre que eligió para entrar –sin saberlo, entonces– por la puerta grande de la literatura: Louis Ferdinand Céline (1884-1961). La frase citada pertenece, precisamente, a la obra que lo consagró internacionalmente: Viaje al fin de la noche. Céline sucumbió, junto con un grupo de jóvenes y talentosos intelectuales franceses, a lo que Benito Mussolini llamó «la tentación fascista», en el período que va de la primera a la segunda guerra mundiales. Este «pecado», con variantes, también se dio en Bélgica, Holanda, Noruega, Finlandia, Croacia, Polonia y Hungría. Ninguno de estos países, sin embargo, contó con una congregación de autores tan brillante, trágica y malograda como la de Francia. Entre sus principales exponentes figuran, entre otros, Pierre Drieu la Rochelle y Robert Brasillach. A todos ellos se les aplicó, según los casos, la ley del «encierro, destierro o entierro»; todos ellos recibieron el despectivo apodo de colabos, es decir «colaboracionistas» con el enemigo. Una intelectual italiana antifascista y feminista, María Antonietta Machiochi, define a Céline como «el más genial de los escritores nazifascistas». A muchos historiadores, literatos y críticos les resulta muy difícil digerir esta doble realidad que incluye el reconocimiento a su genialidad como escritor y su identidad «políticamente incorrecta». Y, por si fuera poco, hay que agregar una faceta más: su rabioso antijudaísmo.

«Uno de los gigantes de nuestra época»

Lo cierto es que no existe polémica acerca de su talento; casi todos los prólogos a sus obras incluyen, junto con el repudio a su elección ideológica, las alabanzas al estilo literario: «escritura hablada», «anárquica expresividad», «grafía desquiciada». Entre las etiquetas también hay que incluir «absoluto cinismo», «pesimismo radical», «nihilismo deslumbrante». Sus admiradores políticos, incluso, lo llaman «el profeta de la decadencia europea»… Y se podría continuar.

Uno de sus adversarios, Jean Paul Sartre, quien antes de convertirse en filósofo existencialista había sido simpatizante comunista, escribe en 1946: «Tal vez Céline sea el único que permanezca de todos nosotros». Etienne Lalou, novelista, cronista de L’Express y productor de radio y televisión, dice: «Céline ha restituido al francés hablado sus títulos de nobleza y, sin él, una parte de la literatura moderna no sería lo que es». Lalou, un creador alejado de cualquier cosa vinculada a Hitler y Mussolini, lo llama «uno de los gigantes de nuestra época».

Céline es voluntario en la Primera Guerra Mundial, de la que regresa con el 75 por ciento de su cuerpo mutilado. Al terminar el conflicto, comienza a estudiar medicina. Egresa en 1924, con una tesis sobre el médico húngaro Felipe Ignacio Semmelweis (1818-1865), a quien un colega contemporáneo definió como «un poeta de la bondad». Esa tesis se convertirá en 1937 en Semmelweis, una bella biografía sobre el investigador que luchó contra la fiebre puerperal hasta el último día de su vida. En la nota preliminar de este libro, el novelista español Juan García Hortelano (1928-1992) escribe:

«La agresividad, componente indispensable de la obra maestra, alcanza en Céline al universo entero y verdadero. En el caos, el asesinato, la injusticia, el terror y la debilidad juegan la partida; el que pueda envidar, gana; sólo perderán los débiles, para quienes la opción se limita a la fuga o la muerte. Céline, en absoluto partidario del suicidio, es el primer escapista que, refractario a la mentira, no huye. Tampoco se apiada (…).Destruye el mundo, minuciosamente (…), con el arma que supo manejar. Céline es un lenguaje nuevo. Del francés hablado, mal hablado, destiló un sistema de ruptura de la lengua, en el que reside toda su gloria».

Novela «irreductible y salvaje»

Céline se alista en la marina. De 1924 a 1928 integra misiones de la Sociedad de Naciones en África y Estados Unidos; por su cuenta, visita la Unión Soviética. Al regreso a Francia, trabaja en una clínica estatal en Clichy, un suburbio al norte de París, donde prácticamente sólo atiende a pobres. En 1940, se presenta nuevamente al ejército como voluntario pero es rechazado por las secuelas de sus heridas anteriores.

Su obra incluye los siguientes títulos: Viaje al fin de la noche (1932), Muerte a crédito (1936), Mea Culpa (publicado luego de su regreso de la Unión Soviética, 1936), Bagatelles pour un massacre (1937), L’école des cadavres (1938), Les Beaux Draps (1941), Guignol’s Band (1943), Casse Pipe (1949), Feerie pour une autre fois (1952), De un castillo a otro (1957), Norte (1960) y Rigodon, publicada después de su muerte.

Con Viaje al fin de la noche gana el premio Renaudout. Ferdinand Bardamu, el protagonista de la novela, es un héroe desilusionado y castigado que vive experiencias extremas, siempre al borde del abismo: herido en la Primera Guerra mundial, enamorado de una prostituta sin futuro, víctima de un trabajo embrutecedor en las colonias francesas en África, perseguidor del «sueño americano» –que no se parece al del publicitado mito– y de nuevo en Francia como médico rural de campesinos miserables.

Las reflexiones de Viaje al fin de la noche sobre la condición humana son amargas. Robert Saladrigas escribe en «Céline, el recluso de Dinamarca» (La Vanguardia, Cataluña, 24 de julio de 2002): «Novela única, irreductible, salvaje; un sólido monumento literario contra el que nada han podido el tiempo, los tifones de la historia ni la aberrante ideología de quien la escribió con un talento que desborda cualquier esquema en el que se pretenda encajarla. Es difícil no pensar en una poderosísima creación de la naturaleza que resulta literalmente abrumadora». En Viaje al fin de la noche se lee:

«Los hombres se aferran a sus cochinos recuerdos, a todas sus desgracias, y no se les puede sacar de ahí. Con eso ocupan el alma. Se vengan de la injusticia de su presente revolviendo en su interior la mierda del porvenir. Justos y cobardes que son todos, en el fondo. Es su naturaleza. (…) Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amarlos es porque van a convertirlos en carne de cañón».

Antisemitismo instintivo, anarquismo rabioso

En Bagatelles pour un massacre, Céline afirma que «Francia es una colonia del poder internacional judío» y dice que le gustaría aliarse con Hitler. «Él no ha dicho nada contra los bretones o los flamencos. Nada de nada. Sólo se ha referido a los judíos, porque no le gustan los judíos. Tampoco a mí». Luego agrega: «Digo con toda franqueza lo que pienso: preferiría tener una docena de Hitlers que un Blum omnipotente. Al menos, puedo entender a Hitler».

León Blum (1872-1950), dirigente del Partido Socialista Francés, fue miembro de la cámara de representantes desde 1919 hasta 1928 y desde 1929 hasta 1940. En los años 30 integró el Frente Popular, una coalición de partidos izquierdistas que obtuvo la mayoría en la cámara en 1936. Blum accedió al cargo de primer ministro y adoptó una política de no intervención ante la explosiva situación europea pero, contradictoriamente, aumentó el presupuesto armamentista. A mediados de 1937, solicitó poderes extraordinarios pero les fueron denegados por el Senado y dimitió. En marzo de 1938, durante otra crisis de gobierno se le pidió nuevamente que ocupara el cargo de primer ministro y presidió una segunda legislatura que sólo duró un mes.

Robert Brasillach comenta acerca de Bagatelles pour un massacre: «El antisemitismo instintivo halló su profeta en Louis Ferdinand Céline». La cuestión reaparece en L’Ecole des cadavres: «Personalmente encuentro a Hitler o a Mussolini, admirablemente magnánimos, infinitamente más a mi gusto, destacados pacifistas, en una palabra, dignos de 250 Premios Nobel», escribe Céline. Y asegura: «Quien más ha hecho en favor de los obreros no ha sido [Josef] Stalin, sino Hitler».

En Les Beaux Draps critica a la burguesía, impulsa medidas sociales, propone un salario único. Recomienda nacionalizar los bancos, la produccion minera, los ferrocarriles, las compañías de seguros y los grandes almacenes, así como la industria pesada en general. El libro es tan virulento que el propio régimen colaboracionista de Vichy, pro alemán, no lo tolera y prohíbe la distribución. La crítica a la burguesía es una característica de toda su obra; por ese motivo muchos izquierdistas lo leen y, en cierta forma, lo admiran. Otros, lo consideran, en el fondo, más anarquista que nazifascista.

Un destino trágico

Después de la caída del régimen de Vichy, la vida de Céline será una sucesión de sufrimientos que parecen copiados de sus propias novelas. Y parece confirmarse que la vida imita al arte hasta en sus aspectos más desgarradores.

Radio Londres, portavoz de la Resistencia Francesa, ofrece una recompensa por su captura, vivo o muerto. En 1944, Céline se retira de Francia junto con las tropas alemanas. Hace una escala en Alemania, donde paradójicamente sus libros están prohibidos. De ahí, busca refugio en la neutral Dinamarca. El Consejo Nacional de los Escritores, vinculado con la Resistencia, divulga una «lista negra» con doce autores colaboracionistas; él, desde luego, es uno de ellos.

Entre los escritores denunciantes se encuentran muchos envidiosos del talento del «profeta de la decadencia», que no pueden tolerar el éxito de Viaje al fin de la noche.

En septiembre de 1945, un juez le dicta orden de arresto por «traición a la patria». Poco después, una denuncia anónima informa a la embajada francesa en Copenhague que el fugitivo se encuentra en esa ciudad. El 17 de diciembre de 1945, Céline es encarcelado. El novelista permanecerá en una celda de la severa prisión de Vestre Faengsel durante 16 agónicos meses. Entre otros vejámenes, sus carceleros lo mantienen sin calefacción en pleno invierno danés. Hay que tomar en cuenta que había quedado mutilado después de la Primera Guerra; además, estaba enfermo y se le agravaron sus dolencias hasta límites insoportables: enteritis, pelagra y reumatismo. Céline sale en libertad el 24 de junio de 1947, sin cargos, con 40 kilos menos.

El juicio al escritor «maldito» se lleva a cabo el 21 de febrero de 1950, en París, en ausencia de acusado y de un abogado defensor; lo condenan a un año de prisión, pena inferior a la cumplida con carácter preventivo en Dinamarca. Puede regresar a Francia recién el primero de julio de 1951. A seis años de terminada la guerra, toda su obra ha sido destruida.

Se establece con su mujer y decenas de gatos y perros en Meudon, cerca de París. En 1953 abre un consultorio médico para atender a personas sin recursos. Se hace imprimir tarjetas de presentación en las que se lee: «Louis Ferdinand Céline – Ave del paraíso». Recibe siete u ocho cartas diarias con insultos y amenazas; y otras tantas llenas de admiración y elogios. Unas y otras lo tienen sin cuidado.

Escribe: «Anarquista soy, he sido, sigo siendo. ¡Y me traen sin cuidado las opiniones!»

Poco a poco, Céline recupera el prestigio literario que, a pesar de todo, le pertenece. Pero el sistema se lo devuelve a regañadientes, haciendo constar siempre que había sido –y continuaba siendo– un «maldito». En 1953, la editorial Gallimard edita nuevamente sus libros. De la larga lista de sus obras, cuatro continúan prohibidas a casi medio siglo de haber sido escritas: Bagatelles pour un massacre, L’école des cadavres, Les Beaux Draps y Mea Culpa. Y esto en Francia, país que se reconoce a sí mismo como cuna del liberalismo, precursor de la moderna democracia, practicante del lema Igualdad, fraternidad, solidaridad.

El marginado vuelve a escribir. Relata sus experiencias durante el exilio en De un castillo a otro (1957), Norte (1960) y Rigodon, publicada póstumamente. En 2002 se divulgan sus Cartas de la cárcel. Son casi 200 mensajes originalmente escritos en el áspero papel de baño carcelario, recopilados por su biógrafo François Gibault. «Sufro mi destino. No sé de qué crímenes soy culpable. Pero esta incertidumbre puede durar –me temo– años», dice Céline en una de sus cartas. Y en otra: «Es duro tener un mundo entero de odio contra uno».

En el prefacio, Gibault explica que Céline «sabía lo que había escrito antes de la guerra y por qué lo había escrito». Pero cuando se descubrió el genocidio judío «aquellos panfletos adquirían un cariz trágico que nadie había descubierto ni denunciado en el momento de su publicación, mientras que él mismo aparecía como un asesino». Sus escritos, elaborados para evitar la guerra, «pero con las exageraciones sin las cuales Céline no habría sido el que era y que aparecían a la luz de los acontecimientos como incitaciones a la matanza, servían de pretexto, pese haber sido escritos antes del genocidio, para una partida de caza en la que el objetivo era él».

Carlos Manzano, traductor de Cartas de la cárcel –y de la mayoría los libros de Céline en español– respalda las afirmaciones de François Gibault: «El sentía desprecio por los alemanes, nunca fue colaborador de los nazis. Siempre lo negó y nunca se pudo demostrar nada; después, cuando volvió a Francia, se encerró y nunca quiso hablar con la prensa ni con nadie».

En mayo de 2002, el primer manuscrito de Viaje al fondo de la noche fue subastado en París por casi un millón 800 mil dólares. Las 876 páginas del original –llenas de tachaduras y correcciones– quedaron en Francia ya que la Biblioteca Nacional interpuso su derecho prioritario para que el texto no salga del país. Para los especialistas, el hallazgo del texto tiene un valor inestimable, ya que permite comprender los mecanismos mediante los cuales se construyó una de las obras más importantes y sombrías del siglo XX. Durante más de 40 años, el original fue motivo de las más increíbles versiones: se decía que fue perdido, recuperado y quemado por Céline; también que estaba oculto en Argentina, en manos de nazis refugiados.

La suma que se pagó por el histórico escrito de Céline superó el monto en que fue subastado, en 1988 por la casa Sotheby’s, el manuscrito de El proceso, de Franz Kafka: un millón y medio de dólares. El texto del primer tomo de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, otro clásico, fue rematado en 2001 por Christie’s en poco más de un millón de dólares.

Dejemos algunas reflexiones finales por cuenta de Andreu Navarra Ordoño, autor de «Céline: el hombre enfadado» (revista Babab Nº 11, Madrid, enero de 2002), quien define a Viaje al fondo de la noche como «una de las más feroces sátiras contra la civilización occidental». El escritor español se pregunta: «¿Es injustificado desentenderse del mundo cuando éste se ha convertido en una estafa universal, en algo así como una trampa a gran escala? ¿Cómo no hubiera podido enfadarse ante semejante espectáculo? ¿Niega Céline alguna vez las acusaciones de que fue objeto? En absoluto. Sí nos ofrece sus reflexiones, nunca alegaciones».

Céline falleció en Meudon en 1961, a los 77 años. En algún momento de su vida, escribió: «En este mundo vil, nada es gratuito. Todo se expía: el bien, como el mal, se paga tarde o temprano. El bien mucho más caro, lógicamente».

© Giselle Dexter y Roberto Bardini E-mail: bambupress@iespana.es

Texto extraído de: Bajo los Hielos